La Companhia do Chapitô pinta una raya negra sobre los ojos de un Napoleón repanchingado en su silla, le roba el complejo a Edipo, se lo coloca de forma estratégica al militar para dar a entender a su público que el francés fue, o mejor, quiso ser, épico, y, por último, le planta un ordenador portátil con apariencia de Mac sobre su pierna derecha. Sólo con apariencia; han sustituido la apetitosa manzana por un águila. Tal vez la misma águila marina que España apresó después de hundir la flota del Atlas y ahora se conserva, al alcance de la mirada de Neptuno, de forma única en el mundo entero. Así comienza Napoleón o el complejo de Épico. Desde su pintoresco cartel.

Así, en realidad, es también Chapitô; una compañía pintoresca. Peculiar. Capaz de extraer a cucharadas toda la risa de cualquier tragedia, como ya quedó demostrado en Segovia en 2018, cuando troceó a la familia de Agamenón y Electra; con todas sus infidelidades, venganzas y sacrificios. Risa a risa y gesto a gesto.

Para Chapitô, compañía portuguesa, la palabra apenas es necesaria. ¿Quién abusaría de ella con un protagonista como Napoleón? Ambición, audacia y determinación tienen los gestos afilados y el cuerpo impostado. Incoherencia, voluntad, egocentrismo y autocomplacencia pueden tener el movimiento exagerado. Además, ¿qué as en la manga -o en el abdomen- escondía Bonaparte? Cualquiera hace apuestas ante alguien capaz de autoprotegerse.