El origen de la muralla segoviana podría encontrarse en el final del Imperio Romano trazando entonces un primer recinto amurallado. Tras la Reconquista y ya en los siglos XVI y XVII, cuando la muralla convirtió Segovia en una ciudad fortificada, fue perdiendo su función y comenzaron a adosarse a sus muros viviendas y otros edificios civiles. Protegida por el Proyecto de Recuperación del Patrimonio Histórico de Segovia, su trazado y estado se mantienen fieles a lo que fueron en el pasado. Cuenta con una longitud de 3,4 kilómetros y llegó a tener cinco puertas y siete postigos. De las puertas originales se conservan tres y de los postigos sólo hay cuatro en la actualidad, así como las casas fortificadas. Hoy hay tramos visitables del adarve que ofrecen magníficas vistas de los valles.