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Molino de papel

En el s. XVIII era propiedad del comerciante y fabricante de paños D. Diego de Ochoa Ondátegui. Producía distintas variedades de papel: de imprimir, estraza, estracilla, de fumar…

Como materia prima se usaban trapos de origen vegetal, que eran clasificados según su calidad: el mejor para el papel más fino y el peor para el más basto.

El principal problema para fabricar papel de primera calidad era la suciedad del agua (por los batanes situados aguas arriba).

En 1837 la fábrica pasó a manos de la familia Riber y se especializó en la producción de librillos de papel de fumar. Se llegó a inventar un papel de fumar de paja de centeno, que alcanzó gran éxito por ser menos dañino que el realizado con restos de trapos.

A principios del siglo XX se transformó en dos fábricas diferentes que aprovechaban la infraestructura hidráulica: fábrica de borra y fábrica de hielo.